1.11.23

Soldados españoles en tiempos de odios y violencias


El diario El País nos contaba la historia de Fernando Hernández Lara que es el hombre que está de pie a la izquierda, fusilado en Jaén el 6 de febrero de 1941 sin que conste juicio ni expediente alguno, tras ser llevado en una camioneta desde la cárcel de Burgos a las tapias del cementerio de Jaén, previsiblemente por haber sido uno de los promotores del sindicato CNT y también de la agrupación del PSOE en su pueblo, Peal de Becerro, una localidad de Jaén de unos 5.000 habitantes. Tenía 35 años y dejó viuda a su mujer y huérfanos a sus cuatro hijos.

En la fotografía de arriba vemos a cinco soldados españoles, militares vestidos de militares, dispuestos simplemente a defender su nación. A obedecer las órdenes que recibían. 

Fernando Hernández es uno de los 1.081 fusilados y enterrado en una fosa común en el cementerio de San Eufrasio de Jaén. Todavía no se ha logrado iniciar su exhumación.

Mando una carta a su familia poco tiempo antes de ser fusilado. Os dejo solo una frase: “Madre, usted tenga paciencia y resignación, mi muerte la tiene que resistir, porque muero injustamente fusilado”.

Era trompetista en la banda de su pueblo, había ayudado a salvar a varios vecinos de su pueblo de ser detenidos por ambos bandos, se le conocía por su buena conducta, pero todo eso no servía de nada.

Creen que esa carta estaba entre la ropa que se le entregó a la familia tras el fusilamiento, pues el cuerpo del hombre nunca fue entregado a su familia. Ahora, en octubre de 2023 el único hijo que vive con 89 años, se ha sometido a un análisis de ADN para cuando definitivamente se logre abrir la fosa 702 del cementerio.

En aquella fosa común que no era la única, se estuvo enterrando a personas antifranquistas hasta el año 1948, incluidas mujeres y niños. La memoria Democrática no busca más que poder sacar los restos de los fusilados y poderlos enterrar dignamente junto al resto de sus familiares. 

No parece mucho, por lo que nunca se logra entender esa cerrazón en no querer dar la última justicia a los difuntos, que es dejarlos descansar en paz junto a sus familias.